Sentí tanto en tan poco tiempo que no entiendo que pasaba por mi cabeza ese enero donde comenzaba este 2010. Recuerdo los primeros días en el parque, fueron algo difíciles. Y ella, como siempre, a mi lado. Cometimos mil errores... No recuerdo muy bien todo lo vivido a principios de año, pero sí que recuerdo aquel 6 de mayo como si hubiese sido ayer. Fue él quien estuvo a mi lado, apoyándome y dandome más cariño que nadie; sería imposible no acordarme. Y como sé que terminarás leyendo esto, quiero que sepas que te quise como a nadie, que te odié, te amé, te disfruté, te reté, me alegraste, te enfadaste, me hiciste ver que las cosas más pequeñas son las que te hacen sentir más vivo, me enseñaste, te enseñé. Soñé, sentí, viví, pensé, viajé, olvidé... Sentí mil emociones juntas, emociones que no había sentido jamás. Estuve y sigo completamente convencida de que habrá un otra vez. Quizás en un futuro muy lejano, pero lo habrá. Extrañé y despedí esa etapa en la vida que nadie compara, esos mejores momentos adolescentes que nadie olvida. Solté la soga que nos unía porque no me quedaron más fuerzas, al igual que tú también la soltaste al intuir la rutina en nosotros. Me golpeó la muerte, la desesperación, la tristeza, la amargura; los peores sentimientos para decirme y avisarme de que están en la vuelta de la esquina. Que no me despistara. Que podían aparecer en cualquier momento y atacarme. Vencí y me dejé vencer. Di tiempo y gané. Especulé y soborné al echar de menos. Rompí mil promesas para darme cuenta de que no todo está fríamente calculado. Entendí que no todo lo que brilla es oro y que hay oportunidades que están para ser aprovechadas una sola vez...
jueves, 30 de diciembre de 2010
domingo, 26 de diciembre de 2010

Porque aunque ya no me duelas, a veces busco tu nombre donde sea.
Porque aún no vino el olvido para llevarse tus palabras.
Por los besos que aún me quedan en la boca, por las miles palabras que nos dijimos.
Porque fuimos lo que fuimos y nunca más volveremos a serlo...
Porque, puesto a confesarte, aún tengo miedo a verte con ella.
Porque no sabes la de noches que he pensado presentarme en tu portal, aún recuerdo donde vives.
Porque en cuanto me descuido me atropellan tus recuerdos en cualquier parte.
Porque no puedo negarte que te quise sin querer y más que a nadie.

Dices que soy un cúmulo de contradicciones mal alineadas. Que no aprendo a llorar otra cosa que no sean palabras. Que siempre escribo lo que quiero que sea y no lo que es. Que miento, a todas horas; aunque sean verdades a medias. Que soy experta en ocultar cosas y evitarlas. Que en realidad no soy lo que fuí y que aún no sé lo que quiero ser. Que no necesito alas para llegar a lo más alto y que odio perder. Que solo necesito otro imposible. Dices que desconfío mucho del tiempo y demasiado poco de la suerte. Que soy loca, no lo fuí. Que lo sé y que esta es mi manera de torturarme. Que no hay huracán que me apague. Dices que a palos se aprende y las astillas solo dejan cicatrices. Que no me ves cansada del caos. Dices que hay más colores que el gris humo y el negro frialdad. Más sabores que la dulce soledad. Que a veces se necesita otro aire y que estos son los ciclos de una vida pensada para ser vivida una sola vez...
martes, 21 de diciembre de 2010
Como un viejo recuerdo.
Necesita estar sola. No tiene hambre, ni sueño. No siente nada. Permanece así, boca abajo, sin saber por cuánto tiempo. Cuántas veces, por la mañana, al despertarse, ha encontrado su móvil sobre su mesilla o su ropa tirada por la habitación; cuántas veces han estado juntos sobre aquella cama, abrazados, enamorados, deseándose. Y ella sonríe. Recuerda sus manos frías, aquellos dedos acariciando su piel, lentamente. Después de haber hecho el amor, cuando se quedaban allí, charlando, mirando a la luna por la ventana, igual de felices, ya hiciera frío o calor. Acariciándole el pelo sin importarle una mierda lo que sucediera ahí fuera.
Sus aullidos son distintos desde entonces.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Ni siquiera tu sonrisa podrá conmigo esta vez.
domingo, 12 de diciembre de 2010
DiezySiete.
Recuerdo la primera vez, el primer intento. Las ganas y la inocencia envolvían nuestros supiros cada vez que nos veíamos. Nunca había sentido escalofríos hasta entonces, ni los he vuelto a sentir. La primera mirada, el primer beso, y la primera vez que me cogistes de la mano; esos sitios que solo tú y yo conocemos, el primer día que fuimos juntos a la playa, las tardes en el parque, tus besos y tus abrazos... tus jodidos abrazos. Nuestro maravilloso verano, nuestras palabras, tus locuras, tu música que sigue siendo parte de la mía; lo que me enseñabas, lo que intentaba enseñarte. Fueron unos cuatro meses, cuatro meses que desvanecieron sin más.
Y me fastidia no tener el valor suficiente para marcharme, tirar la toalla y olvidar de una puta vez tu sonrisa. Me fastidia saber que ni con el tiempo se me va a pasar. Me fastidia no sentirte y querer sentirte, no oirte y querer oirte. Me fastidia que no estés en esto, que no estés aquí, que no estés en mi día a día. Me fastidia creerme intocable y que llegues tú y abras la puerta como si nada. Me fastidias. Me fastidias tú y todos tus malditos recuerdos. Me fastidia el recuerdo de las primeras veces contigo en todo. Me fastidia seguir aquí, como una estúpida, con la esperanza de que algún día vuelvas, esperando a que el teléfono se ilumine y salga tu nombre en la pantalla. Esperando a que vuelvas a mi vida, o te marches para siempre. Porque sé que aún queda algo de lo que un día fuimos (cada vez menos). Me fastidia que las ansias de quererte sigan matándome por dentro. Me fastidia continuar imaginándote aquí, conmigo, imaginándome contigo. Me fastidia no quererme si no me quieres. Yo que sè. Me fastidia todo esto. Me fastidia no ser capaz de amar algo que no sea tu maldita respiración.
Y me fastidia no tener el valor suficiente para marcharme, tirar la toalla y olvidar de una puta vez tu sonrisa. Me fastidia saber que ni con el tiempo se me va a pasar. Me fastidia no sentirte y querer sentirte, no oirte y querer oirte. Me fastidia que no estés en esto, que no estés aquí, que no estés en mi día a día. Me fastidia creerme intocable y que llegues tú y abras la puerta como si nada. Me fastidias. Me fastidias tú y todos tus malditos recuerdos. Me fastidia el recuerdo de las primeras veces contigo en todo. Me fastidia seguir aquí, como una estúpida, con la esperanza de que algún día vuelvas, esperando a que el teléfono se ilumine y salga tu nombre en la pantalla. Esperando a que vuelvas a mi vida, o te marches para siempre. Porque sé que aún queda algo de lo que un día fuimos (cada vez menos). Me fastidia que las ansias de quererte sigan matándome por dentro. Me fastidia continuar imaginándote aquí, conmigo, imaginándome contigo. Me fastidia no quererme si no me quieres. Yo que sè. Me fastidia todo esto. Me fastidia no ser capaz de amar algo que no sea tu maldita respiración.
martes, 30 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
Los mejores sueños se hayan en su sonrisa.

Yo solo quiero sonreir hasta que se me erice la piel.
jueves, 30 de septiembre de 2010
De repente veía a todas esas parejas agarradas de la mano, ¿sabes? Todas esas personas que se querían, con sus problemas y discusiones diarias, pero se querían. Y no podía soportarlo. No podía aguantar sus risas, como se miraban, como se hablaban en un lenguaje típico de enamorados, como se tocaban mientras gritaban al mundo que se lo perdonarían todo. Me horroriza verlos. Me horroriza salir a la calle y vernos, vernos a ti y a mí, en los ojos de otros que no somos nosotros. Tengo miedo de pasear un día cualquiera y gritarle a todos esos cabrones que dejen de quererse, que el amor no es para siempre, que me duelen sus historias, que paren. Tengo miedo de perder la cabeza. Tengo muchísimo miedo. Noto que suben las palabras a mi garganta, que todo lo que quise y no pude decirte ahora quiero gritarselo a ellos, pero tengo que apretar bien los dientes para no vomitarnos delante de otros y piensen que me he vuelto loca desde que no estás conmigo.
domingo, 26 de septiembre de 2010
El mundo me da tanto asco que ya ni siquiera puedo cabrearme. No encuentro ninguna palabra que defina esto. Gozamos de un diccionario insultantemente enorme, he buscado por delante y por detrás y no encuentro una palabra con la que explicar todo esto. Quizás lo más conveniente sea decir que estoy en un punto intermedio entre el cabreo y el cansancio. Más cansada que cabreada, o eso creo. Tengo fuerzas, pero ¿qué parte de mí reclama esas fuerzas? Tengo valor, pero no sé para que lo necesito. Tengo ganas, ganas de olvidarme de todo por completo. No estoy triste. Me encantaría, pero no lo estoy. Tampoco estoy contenta. Y no estoy buscando a nadie que me diga como me siento. Tampoco escribo para encontrarme. Me toco y sé que estoy aquí. Me siento. Pero quizás necesite algo. O tal vez quiero eliminar lo que nunca debió ocurrir. Borrar un fragmento de mi vida y reescribir con tiza otro momento. A lo mejor necesito alcohol, ¿no? droga para aclararme. No lo sé. No hay nadie con quien pueda hablar de esto. Millones de personas que existen en el mundo no me sirven para nada ahora mismo. Ni siquiera puedo hablar conmigo, porque no sé exactamente qué siento. Porque me pongo a pensar y me quedo a medias, porque a cada momento me aturden tus recuerdos. Porque no entiendo como pude ser tan imbécil... Este pensamiento viaja de lado a lado en mi cabeza cada madrugada cuando no consigo conciliar el sueño y duele, duele sentirse culpable de algo que se te fue totalmente de las manos, porque no puedes, porque no sabes como hacer para acabar con algo que te taladra la piel día sí y día también. Es como si tuviera los ojos vendados, y camino, no sé si hacia atrás o hacia adelante, pero camino, y no me canso de encontrar tu imagen en esta cabeza loca. Necesito una terapia que no existe, un medicamento que aún no inventaron. Algo que me alivie este sinsentido. No aguanto ni un día más con esto dentro, necesito que todo vuelva a la normalidad. Que tú y yo volvamos a ser lo que éramos, y volver a darnos todos los besos que le faltan a esta puta ciudad.
Necesito que todo esté perfecto aquí dentro, y ahora mismo no lo está. Y me molesta. Mi propia fábrica de pensar es lo que me daña esta vez. Estoy tensa, noto a mis costillas empujar hacia mi pecho con fuerza, como si les faltara el aire, como si necesitasen despojarse de mi piel por un rato. Me cuesta respirar, ya no tengo la facilidad que tenía antes para llenar mis pulmones con el aire de esta habitación, porque apenas hay aire y si lo hay, mi boca ya no lo encuentra. A veces me descubro pensando en cosas que ya pasaron, en lo terminado, y me resulta raro ser yo la que ahora está en la cama dando vueltas sin poder conciliar el sueño, intentando olvidar. Me siento incómoda aquí, así baje la persiana o la vuelva a subir, así esté de pie o sentada, no me encuentro bien. Tu olor se acumuló en cada rincón de mi habitación, y no puedo soportarlo. He cometido demasiados errores, o quizás solo uno. Ni yo misma lo sé. Ni yo me sé. No puedo seguir viviendo así. Y tampoco quiero ponerle nombre a lo que me está pasando, no quiero ser nada ahora mismo, ni estar de ninguna manera. Solo quiero acabar con esto. Dejar de pensar, dejar de sentir. ¿Es tan difícil? Que alguien pare la máquina de mi corazón por un rato para que me deje tranquila. ¡Que alguien la pare! Que estoy en el único sitio desde el que no puedo hacer nada y necesito que se acabe, antes de que se me acabe la vida...

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