
martes, 21 de diciembre de 2010
Como un viejo recuerdo.
Necesita estar sola. No tiene hambre, ni sueño. No siente nada. Permanece así, boca abajo, sin saber por cuánto tiempo. Cuántas veces, por la mañana, al despertarse, ha encontrado su móvil sobre su mesilla o su ropa tirada por la habitación; cuántas veces han estado juntos sobre aquella cama, abrazados, enamorados, deseándose. Y ella sonríe. Recuerda sus manos frías, aquellos dedos acariciando su piel, lentamente. Después de haber hecho el amor, cuando se quedaban allí, charlando, mirando a la luna por la ventana, igual de felices, ya hiciera frío o calor. Acariciándole el pelo sin importarle una mierda lo que sucediera ahí fuera.
Sus aullidos son distintos desde entonces.

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