domingo, 26 de septiembre de 2010

El mundo me da tanto asco que ya ni siquiera puedo cabrearme. No encuentro ninguna palabra que defina esto. Gozamos de un diccionario insultantemente enorme, he buscado por delante y por detrás y no encuentro una palabra con la que explicar todo esto. Quizás lo más conveniente sea decir que estoy en un punto intermedio entre el cabreo y el cansancio. Más cansada que cabreada, o eso creo. Tengo fuerzas, pero ¿qué parte de mí reclama esas fuerzas? Tengo valor, pero no sé para que lo necesito. Tengo ganas, ganas de olvidarme de todo por completo. No estoy triste. Me encantaría, pero no lo estoy. Tampoco estoy contenta. Y no estoy buscando a nadie que me diga como me siento. Tampoco escribo para encontrarme. Me toco y sé que estoy aquí. Me siento. Pero quizás necesite algo. O tal vez quiero eliminar lo que nunca debió ocurrir. Borrar un fragmento de mi vida y reescribir con tiza otro momento. A lo mejor necesito alcohol, ¿no? droga para aclararme. No lo sé. No hay nadie con quien pueda hablar de esto. Millones de personas que existen en el mundo no me sirven para nada ahora mismo. Ni siquiera puedo hablar conmigo, porque no sé exactamente qué siento. Porque me pongo a pensar y me quedo a medias, porque a cada momento me aturden tus recuerdos. Porque no entiendo como pude ser tan imbécil... Este pensamiento viaja de lado a lado en mi cabeza cada madrugada cuando no consigo conciliar el sueño y duele, duele sentirse culpable de algo que se te fue totalmente de las manos, porque no puedes, porque no sabes como hacer para acabar con algo que te taladra la piel día sí y día también. Es como si tuviera los ojos vendados, y camino, no sé si hacia atrás o hacia adelante, pero camino, y no me canso de encontrar tu imagen en esta cabeza loca. Necesito una terapia que no existe, un medicamento que aún no inventaron. Algo que me alivie este sinsentido. No aguanto ni un día más con esto dentro, necesito que todo vuelva a la normalidad. Que tú y yo volvamos a ser lo que éramos, y volver a darnos todos los besos que le faltan a esta puta ciudad. Necesito que todo esté perfecto aquí dentro, y ahora mismo no lo está. Y me molesta. Mi propia fábrica de pensar es lo que me daña esta vez. Estoy tensa, noto a mis costillas empujar hacia mi pecho con fuerza, como si les faltara el aire, como si necesitasen despojarse de mi piel por un rato. Me cuesta respirar, ya no tengo la facilidad que tenía antes para llenar mis pulmones con el aire de esta habitación, porque apenas hay aire y si lo hay, mi boca ya no lo encuentra. A veces me descubro pensando en cosas que ya pasaron, en lo terminado, y me resulta raro ser yo la que ahora está en la cama dando vueltas sin poder conciliar el sueño, intentando olvidar. Me siento incómoda aquí, así baje la persiana o la vuelva a subir, así esté de pie o sentada, no me encuentro bien. Tu olor se acumuló en cada rincón de mi habitación, y no puedo soportarlo. He cometido demasiados errores, o quizás solo uno. Ni yo misma lo sé. Ni yo me sé. No puedo seguir viviendo así. Y tampoco quiero ponerle nombre a lo que me está pasando, no quiero ser nada ahora mismo, ni estar de ninguna manera. Solo quiero acabar con esto. Dejar de pensar, dejar de sentir. ¿Es tan difícil? Que alguien pare la máquina de mi corazón por un rato para que me deje tranquila. ¡Que alguien la pare! Que estoy en el único sitio desde el que no puedo hacer nada y necesito que se acabe, antes de que se me acabe la vida...

No hay comentarios:

Publicar un comentario