sábado, 18 de junio de 2011

La droga es el peor psicólogo, pero lo es al fin y al cabo.

Definitivamente me gusta esta sensación. Sentarme en cualquier parte de esta ciudad y cerrar los ojos. Me encanta sentir el roce del humo en mis labios y ese sabor a ''nosepuedeexplicar'' que desprende, y que se queda incrustado en mi garganta. De repente, las imágenes pasan por mi cabeza en diapositivas, y no puedo dejar de sonreír, porque a pesar de los malos momentos siempre sobresalen los buenos. Está delante de mí, entre mis dedos. Está gritando abandono en cada palabra. Y luego, sin que te des cuenta, se cose sobre el hundimiento de los párpados. Es en ese preciso momento cuando cumple su función de ojos rojos, y te deja con la frente marchita. A él también le gustaba esa intensidad. Esa impresión intensa de volar en estado puro. Aunque esto no es más que una simple rutina. No importa que haya insomnio, lo importante es el efecto.

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